Los negocios de Tío Conejo
Cierta vez Tío Conejo se vio sin dinero y con Tía Coneja preñada. Fue así como decidió pedir prestado y salió a ver a la cucaracha; al llegar a su casa, le dijo:
-Buenos días Tía Cucaracha, ¿cómo le va?
-Bien será, Tío conejo -le respondió la cucaracha-. ¿Qué lo trae por aquí?
-Vengo a que me preste cinco pesos. Yo se los pago mañana.
-Yo le presto, cómo no, pero con una condición: si no me paga mañana me entrega su maizal.
-Está bien. Puede pasar a las cinco de la mañana y le pago su dinero -dijo Tío Conejo.
Al salir de ahí Tío Conejo se fue a ver a la gallina y le dijo:
-Buenos días Doña Gallina; vengo a preguntarle si usted me puede prestar cinco pesos y mañana mismo se los pago.
La gallina aceptó pero también a cambio del maizal.
-Claro, claro -respondió Tío Conejo- pase mañana bien temprano, como a las cinco y media, y si no le tengo el dinero, se queda con mi maizal.
Entonces Tío Conejo fue donde el zorro.
-Buenos días, compadre -dijo Tío Conejo-; venía a ver si me puede prestar cinco pesos y yo se los pago mañana.
-Con todo el gusto -respondió el zorro- siempre y cuando me permita quedarme con su maizal si no me paga.
-No hay problema compadre, pase mañana a primera hora, a eso de las seis.
Con el coyote hizo el mismo trato diciéndole que pasara al día siguiente a las seis y media. Luego con el tigre, que quedó de pasar a las siete y, por último, con el cazador, que iría a casa de Tío Conejo a las siete y media de la mañana.
Al día siguiente, Tío Conejo se levantó de madrugada a esperar a la cucaracha.
Cuando llegó, le dijo:
-Buenos días, Tía Cucaracha. Siéntese un momentico mientras arreglamos el negocio -y estuvo conversándole para distraerla mientras llegaba la gallina. Entonces dijo a la cucaracha:
-Escóndase ahí en ese baúl, no sea que la gallina la vea y se la coma.
Tío Conejo salió a recibir a la gallina a la puerta y le dijo:
-Buenos días, comadre. Siga que ya le tengo su platica. ¡Pero antes que nada quiero pedirle que se coma a una condenada cucaracha que está escondida en mi baúl!
Contenta, la gallina, se desayunó con la cucaracha.
Poco después llegó el zorro. Entonces Tío Conejo le dijo a la gallina:
-¡Rápido! Escóndase en ese canasto que viene el zorro. Y la gallina fue corriendo a meterse en el canasto.
Apenas llegó el zorro, Tío Conejo le dijo:
-Mire, compadrito, allá entre ese canasto está escondida una gallina por si se la quiere comer.
No había acabado el zorro de masticar, cuando llegó el coyote.
-Oye, compadre, se me hace que te están buscando -le dijo Tío Conejo.
-¿A mí? -preguntó el zorro.
-Sí. Ahí viene el coyote.
-¿Dónde puedo esconderme?
-Súbete al toldo y quédate allí. Yo te aviso cuando se vaya.
-Gracias -respondió el zorro.
El conejo salió a la puerta y cuando vio al coyote le susurró al oído:
-En el toldo hay un zorro malvado que se come todas las gallinas. ¿Podrías hacerme el favor de matarlo, compadre?
Entonces el coyote fue y mató al zorro. Al rato llegó el tigre muy puntual a la cita. La noche anterior habían estado tomando. Tío Conejo le dijo:
-Después de la borrachera de ayer debes tener hambre. ¿Se te antoja un coyote?
Entonces el tigre entró a la casa y se zampó al coyote.
-Será mejor que hagas la digestión en esa loma antes de cerrar nuestro negocio -le dijo Tío Conejo y salió a buscar al cazador.
-En esa lomita hay un tigre dormitando. Es todo tuyo -le dijo Tío Conejo al cazador.
El cazador salió y ¡pum! Hasta ahí llegó el tigre.
Y así fue como Tío Conejo consiguió todo el dinero que necesitaba sin sacrificar su tierrita.
Cierta vez Tío Conejo se vio sin dinero y con Tía Coneja preñada. Fue así como decidió pedir prestado y salió a ver a la cucaracha; al llegar a su casa, le dijo:
-Buenos días Tía Cucaracha, ¿cómo le va?
-Bien será, Tío conejo -le respondió la cucaracha-. ¿Qué lo trae por aquí?
-Vengo a que me preste cinco pesos. Yo se los pago mañana.
-Yo le presto, cómo no, pero con una condición: si no me paga mañana me entrega su maizal.
-Está bien. Puede pasar a las cinco de la mañana y le pago su dinero -dijo Tío Conejo.
Al salir de ahí Tío Conejo se fue a ver a la gallina y le dijo:
-Buenos días Doña Gallina; vengo a preguntarle si usted me puede prestar cinco pesos y mañana mismo se los pago.
La gallina aceptó pero también a cambio del maizal.
-Claro, claro -respondió Tío Conejo- pase mañana bien temprano, como a las cinco y media, y si no le tengo el dinero, se queda con mi maizal.
Entonces Tío Conejo fue donde el zorro.
-Buenos días, compadre -dijo Tío Conejo-; venía a ver si me puede prestar cinco pesos y yo se los pago mañana.
-Con todo el gusto -respondió el zorro- siempre y cuando me permita quedarme con su maizal si no me paga.
-No hay problema compadre, pase mañana a primera hora, a eso de las seis.
Con el coyote hizo el mismo trato diciéndole que pasara al día siguiente a las seis y media. Luego con el tigre, que quedó de pasar a las siete y, por último, con el cazador, que iría a casa de Tío Conejo a las siete y media de la mañana.
Al día siguiente, Tío Conejo se levantó de madrugada a esperar a la cucaracha.
Cuando llegó, le dijo:
-Buenos días, Tía Cucaracha. Siéntese un momentico mientras arreglamos el negocio -y estuvo conversándole para distraerla mientras llegaba la gallina. Entonces dijo a la cucaracha:
-Escóndase ahí en ese baúl, no sea que la gallina la vea y se la coma.
Tío Conejo salió a recibir a la gallina a la puerta y le dijo:
-Buenos días, comadre. Siga que ya le tengo su platica. ¡Pero antes que nada quiero pedirle que se coma a una condenada cucaracha que está escondida en mi baúl!
Contenta, la gallina, se desayunó con la cucaracha.
Poco después llegó el zorro. Entonces Tío Conejo le dijo a la gallina:
-¡Rápido! Escóndase en ese canasto que viene el zorro. Y la gallina fue corriendo a meterse en el canasto.
Apenas llegó el zorro, Tío Conejo le dijo:
-Mire, compadrito, allá entre ese canasto está escondida una gallina por si se la quiere comer.
No había acabado el zorro de masticar, cuando llegó el coyote.
-Oye, compadre, se me hace que te están buscando -le dijo Tío Conejo.
-¿A mí? -preguntó el zorro.
-Sí. Ahí viene el coyote.
-¿Dónde puedo esconderme?
-Súbete al toldo y quédate allí. Yo te aviso cuando se vaya.
-Gracias -respondió el zorro.
El conejo salió a la puerta y cuando vio al coyote le susurró al oído:
-En el toldo hay un zorro malvado que se come todas las gallinas. ¿Podrías hacerme el favor de matarlo, compadre?
Entonces el coyote fue y mató al zorro. Al rato llegó el tigre muy puntual a la cita. La noche anterior habían estado tomando. Tío Conejo le dijo:
-Después de la borrachera de ayer debes tener hambre. ¿Se te antoja un coyote?
Entonces el tigre entró a la casa y se zampó al coyote.
-Será mejor que hagas la digestión en esa loma antes de cerrar nuestro negocio -le dijo Tío Conejo y salió a buscar al cazador.
-En esa lomita hay un tigre dormitando. Es todo tuyo -le dijo Tío Conejo al cazador.
El cazador salió y ¡pum! Hasta ahí llegó el tigre.
Y así fue como Tío Conejo consiguió todo el dinero que necesitaba sin sacrificar su tierrita.